El traductor y el conocimiento

¿Qué límites tiene el conocimiento del traductor? Cómo puede saberse de memoria tantas palabras, a veces desconocidas por locutores nativos, y saber tantos conceptos como los expertos que tiene que traducir?

El traductor especializado tiene que traducir a científicos, a abogados o a médicos. Estos especialistas escriben en su propia jerga y con sus propios conceptos, lo que implica un modo particular de ver el mundo. Dicho de otra manera, el traductor está confrontado de manera constante a un mundo que desconoce (ya que el suyo es la lingüística). Entonces, ¿cómo hace el traductor para comprender y traducir autores expertos, cuando estos últimos hablan de moléculas, de pleitos o de física?

Ante todo, el traductor no lo sabe todo. Conviene destacar este punto: para ser un traductor, no hace falta ser un diccionario ni una enciclopedia humana. Sin embargo, sí que debe saber explotar las herramientas analógicas o numéricas. De esta manera, puede acceder al conocimiento que otros expertos pusieron a disposición y aprovecharlo.

Los traductores siguen usando las herramientas analógicas, aunque los recursos numéricos son cada vez más usados.

El traductor también debe confiar en que su aprendizaje no tiene fin. A lo largo de su trabajo, va adquiriendo conocimientos de varios tipos (de sintaxis, de terminología, de fraseología, etc.) que asimila con el tiempo hasta tener automatismos de traducción. No se puede esperar milagros de un albañil cuando hace su primer muro, pero con la experiencia acumulada puede trabajar para los arquitectos más conocidos. Así es para los traductores.

Además, el traductor debe aceptar que nunca será un experto del campo de especialización que traduce. Pues, ¿cómo puede estar seguro de la calidad de su trabajo? Como lo explica Nicolas Froeliger, que trabaja en el ESIT de París, el traductor no tiene otra opción que basarse en lo que le parece verosímil, después de investigar el tema lo máximo posible.

Dicho esto, ya podemos suponer que la especialización es necesaria para el traductor. Si bien es cierto que el traductor no es un juez ni un abogado, y nunca lo será, el que se especializa en traducción jurídica, atiende a conferencias, seminarios y se informa cada vez que puede sobre el tema, terminará entendiendo los acontecimientos del entorno jurídico. Esto es exactamente lo que se debe esperar de un traductor: que sepa de lo que está hablando.

Los traductores no son omnipotentes: dominan idiomas y campos de especialización determinados.

Para terminar, hay que mencionar que no siempre es fácil reunir las condiciones para realizar una traducción perfecta. En efecto, los plazos cortos son el vivir diario del traductor, y en muchas ocasiones, no puede asegurarse de que cada detalle haya sido traducido. Por eso, tiene que priorizar ciertas ideas o elementos del texto, lo que supone que ha captado el propósito del texto.


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